El cantón de Metalío, en el departamento de Sonsonate, se caracteriza por ser una zona muy visitada por turistas debido a la variedad y belleza de sus playas. Es una visión sui géneris: la posibilidad de los visitantes de gozar vacaciones contrasta con la pobreza de las zonas aledañas y la vida de carencias de sus habitantes.
La Unidad de Salud se encuentra en el centro de Metalío. Sus habitantes todavía recuerdan que en 2014 conocieron por primera vez la enfermedad, y cómo, en pocas semanas, se registraron miles de infectados. Allí trabaja Juanita, promotora de salud desde hace 35 años, quiten también se contagió con la enfermedad durante el brote.
"Aquí nunca habíamos tenido chikunguya. Entonces cuando empecé a sufrir de dolor de huesos, articulaciones y fiebre supe que no era normal, que debía ir al doctor" recuerda Juanita.
En el año 2014, El Salvador enfrentó su primer brote del virus del chikungunya. Una combinación de falta de recursos, educación y el ambiente propicio para la reproducción de los mosquitos Aedes Aegyptis -transmisor del virus- hizo que la enfermedad corriera rápidamente entre los cantones del país. Al final, se registraron 167 mil casos, parte de ellos en el departamento de Sonsonate, donde la enfermedad dejó a una población que aún recuerda, con dolor, el paso del temible mosquito.
Acostumbrados a los brotes del dengue, en Sonsonate improvisaban con remedios caseros y empíricos. Pensar en el uso de repelentes, mosquiteros o ropa en buen estado que cubra la piel es algo imposible, incluso hasta ahora.
El calor y la humedad en el ambiente es alto y constante desde las primeras horas de la mañana. En la entrada de un caserío se encuentra Rocío, promotora de salud voluntaria de la zona y madre soltera de cuatro hijos. Ella, al igual que Juanita, tuvo chikungunya.
Este suceso marcó la vida de Rocío, ya que es el único sostén de su hogar: el virus afectó su desenvolvimiento laboral pues las secuelas que deja el chikungunya aún afectan sus articulaciones, reduciendo su capacidad para trabajar.
En un punto crítico del brote de chikungunya, organizaciones no gubernamentales, en conjunto con el Ministerio de Salud se organizaron para ejecutar los Lineamientos Técnicos para la Prevención y Control de la fiebre del chikungunya (documento emergente durante el brote por parte del MINSAL), con la esperanza de frenar el rápido avance de la enfermedad.
Para Juanita, el apoyo de las organizaciones coordinadas con el MINSAL fue clave, ya que la mayoría de los caseríos no contaban con métodos de prevención ideales para evitar contagios del virus. "Realizamos un esfuerzo conjunto: extensas jornadas de fumigación, entrega de repelentes, mosquiteros y limpieza en la zona".
En 2021, se reportan 64 casos sospechosos de chikungunya y cero muertes en el país, según el último boletín emitido por el Ministerio de Salud. Sin embargo, el peligro de una nueva ola de contagios es latente y los recursos para combatirla, limitados.
Buscando una forma sustentable, igualitaria y de largo alcance para combatir las enfermedades transmitidas por el mosquito Aedes Aegyptis es que el World Mosquito Program llega a países donde el dengue, el Zika y el chikungunya causan estragos entre su población y el sistema de salud.
A través de su método Wolbachia, se introduce la bacteria en los huevos de mosquitos Aedes Aegyptis. Al nacer, la bacteria luchará contra el virus por las proteínas al interior del mosquito, reduciendo con ello la capacidad de reproducción del virus y su posterior transmisión a través de la picadura del mosquito. Además, parte de la solución se enfoca en la reproducción del mosquito: aquellos que ya portan Wolbachia se aparearán con los mosquitos nativos, transmitiendo la bacteria y, con ello, avanzando en la protección contra estas enfermedades.
Sin embargo, mientras este tipo de procedimientos llegan al país, personas como Don Manuel, quien por su avanzada edad sufrió aún más los efectos posteriores a su convalecencia por chikungunya, crean mecanismos de prevención para no sufrir, por tercera vez, la enfermedad.